He volado sin tener que primero planear, he subido las escaleras de mi vuelo sin saber todo lo que supondría.
Te he visto sentado cabizbajo en la segunda fila bajo la luz de un libro que creo podría adivinar. Recuerdo sentarme a tu lado e intentar hablarte con la mirada, sin esperar respuesta alguna.
Sé que luego entré en la cabina sin dejar de idealizarte, con mi mirada clavada en tu imagen pero sin verte directamente, dejándome llevar por el transcurso del tiempo.
Regresé a mi asiento pero tú ya no estabas.
Al cabo de lo que pareció una trilogía llegaste acompañando a la noche, inundándolo todo de nuevo, y llenando algo en mí. Incluso juraría que me hiciste sentir el día a través de tus manos.
Dieron el aviso de aterrizaje y volviste a desaparecer.
Aún bajo tu ausencia el avión tomó tierra. Barajé la posibilidad de que te podrías haber bajado en lo que parecía la nube -de dudosa consistencia-más cercana Pero parecías no tener intenciones de volver. Dudé sobre si todo podría haber sido un sueño. Lo parecía.
Regresé a lo que creía cotidiano pero algo había cambiado. Ya no parecía haber relación entre la realidad de un sueño. En la inexplicable relación te he seguido llevando conmigo, perdiendo la noción del tiempo al compás de tus pasos. Y he vuelto a sentir tus manos en la oscuridad, en lo que parece un suspiro de aterrizaje.
He seguido volando a través del tiempo, aunque éste parece que ha dejado de importar cuando volvemos a coincidir en el mismo vuelo.
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