He volado sin tener que primero planear, he subido las escaleras de mi vuelo sin saber todo lo que supondría.
Te he visto sentado cabizbajo en la segunda fila bajo la luz de un libro que creo podría adivinar. Recuerdo sentarme a tu lado e intentar hablarte con la mirada, sin esperar respuesta alguna.
Sé que luego entré en la cabina sin dejar de idealizarte, con mi mirada clavada en tu imagen pero sin verte directamente, dejándome llevar por el transcurso del tiempo.
Regresé a mi asiento pero tú ya no estabas.
Al cabo de lo que pareció una trilogía llegaste acompañando a la noche, inundándolo todo de nuevo, y llenando algo en mí. Incluso juraría que me hiciste sentir el día a través de tus manos.
Dieron el aviso de aterrizaje y volviste a desaparecer.
Aún bajo tu ausencia el avión tomó tierra. Barajé la posibilidad de que te podrías haber bajado en lo que parecía la nube -de dudosa consistencia-más cercana Pero parecías no tener intenciones de volver. Dudé sobre si todo podría haber sido un sueño. Lo parecía.
Regresé a lo que creía cotidiano pero algo había cambiado. Ya no parecía haber relación entre la realidad de un sueño. En la inexplicable relación te he seguido llevando conmigo, perdiendo la noción del tiempo al compás de tus pasos. Y he vuelto a sentir tus manos en la oscuridad, en lo que parece un suspiro de aterrizaje.
He seguido volando a través del tiempo, aunque éste parece que ha dejado de importar cuando volvemos a coincidir en el mismo vuelo.
domingo, 28 de octubre de 2018
martes, 16 de octubre de 2018
He quemado todas las canciones tristes para dejar de sentir
Vivo, pero no siento,
hablo para no cantar ni contar.
hablo para no cantar ni contar.
Escribo, pero el invierno no parece llegar,
ni anotar algo que decir.
martes, 2 de octubre de 2018
Sin nada
Fingía coincidir palabras con personas, articularlas con voz, entender el giro anodino de los cambios de trama, las miradas incrédulas bajo la mía fuera de expresión. Fuera de sí, fuera de todo lo habitable a la propia vista.
Y el día seguía sin grandes sobresaltos, hasta que miré a través de la ventana y me percaté de una libélula tan llena de vida que daban ganas de cogerla. Clavé mi mirada en su aleteo, incesante, lleno de gracia y pureza.
Luego me descubrí tras el cristal, aunque confieso creí estar tras la libélula, al otro lado del cristal junto a ella. Pero tan pronto como aparté la vista llegó la noche y ensombreció todo. La noche parecía más oscura, hasta la luna se apagó, dejando palabras articuladas sin voz, sin ganas, sin purezas dignas de una libélula. Vi como se desprendían sus alas al otro lado del cristal, dejándose caer en la inmensidad oscura de aquella noche.
Y el día seguía sin grandes sobresaltos, hasta que miré a través de la ventana y me percaté de una libélula tan llena de vida que daban ganas de cogerla. Clavé mi mirada en su aleteo, incesante, lleno de gracia y pureza.
Luego me descubrí tras el cristal, aunque confieso creí estar tras la libélula, al otro lado del cristal junto a ella. Pero tan pronto como aparté la vista llegó la noche y ensombreció todo. La noche parecía más oscura, hasta la luna se apagó, dejando palabras articuladas sin voz, sin ganas, sin purezas dignas de una libélula. Vi como se desprendían sus alas al otro lado del cristal, dejándose caer en la inmensidad oscura de aquella noche.
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