No lograba idealizar la belleza propia,
aunque la de los demás sí. Podía escrutar la mirada de los otros,
saber sus pensamientos, capacidades, faltas de cariño. Las propias
solo pertenecen a alguien ajeno a quien no se le otorga el papel de
interpretación. Porque el mundo es un gran escenario en el que los
actores interpretan. ¿Y qué pasa con el que no lo hace? Se queda
callado mirando la interpretación de los demás, escrutando la
mirada de los otros, sabiendo sus pensamientos, capacidades y faltas
de cariño. Sabiendo que, si a algún intérprete le preguntaban
sobre él no-interpretador, nadie sabría escoger las palabras
correctas.
El no interpretado sabe de todos pero
nadie sabe de él, va tejiendo sus propios pensamientos, encerrándose en sí mismo hasta tal punto, de no saber quién realmente es.